domingo, 14 de diciembre de 2008

Vida y Opiniones de Tristram (Ser perro)



Ser perro



Han pasado los meses y Tristram vuelve a estar enfadado conmigo. ¡¡¡Maldito ego!!!.
Tiene su parcela cibernética, donde nos habla (bueno, me entienden) de su mundo, sus cuitas, de las que en gran parte soy responsable. Tanto trajín acaba con cualquiera y no iba a ser menos el Señor Grifón, a quien pillo por momentos en albis (últimamente mucho, la verdad), no se acaba de centrar.Le cedí el blog y no lo utiliza. Él dice que no ha querido escribir por dos motivos:
1. Porque el pc tiene una enfermedad vírica que afecta al reconocedor de voz (-”¿Sabes lo complicado que resulta configurarlo para mi voz?”)2. Porque se siente avergonzado.



Decía Martín Fierro que “muchas cosas pierde el hombre/ que a veces las vuelve a hallar;/ pero les debo enseñar,/ y es bueno que lo recuerden:/ si la vergüenza se pierde/ jamás se vuelve a encontrar”.
El contexto es diferente, no es la misma vergüenza de que habla el gaucho del XIX que la sentida por un Grifón de Bruselas del XXI con mal de amores.Intentaré explicarles.Intentaré explicarles en relación a Tristram algo que ya saben: lo difícil que le ha resultado elegir. Nos topamos con dicotomías a lo largo de la vida. Según la ocasión hay quien hace balances de pros y contras, incluso a veces con lápiz y papel. En esta división en dos partes suele estar la razón y el corazón.
Tristram y un servidor volvemos a coger el lápiz y el papel pero no para pervertir la razón en función del corazón, no para tratar el corazón como un músculo que se ejercita a impulsos de la razón, sino por un motivo tan simple como la necesidad que tiene un pequeño Grifón de Bruselas de volver a ser un devoto de Lawrence Sterne, de andar a cuatro patas y no estar tumbado a la sazón sobre una manta a cuadros que le hace añorar lo que sabe no debe añorar.
Sentirse humillado fue el paso previo a esta vergüenza que siente (aunque siempre exagera hemos de creerle, al menos yo le creo, pero no le acabo de entender, le ha dado por parlar catalán y si ya teníamos problemas con el francés, no acaba de ir la cosa del tot bé).Su humillación parte del tormento: se siente utilizado. Y porque esta utilización de su persona casi da al traste con todo lo que de verdad le importa en la vida.
- Me quiero explicar- me dijo Tristram hace pocas semanas-. Las personas con motivaciones espurias campean a sus anchas por este terreno baldío que es la tierra.
Vuelve a ser él, no puede evitar las exageraciones.Reñido con su ser, metafísico más que nunca, lee filosofía, del “Sein” ha pasado a divagar sobre las virtudes del alma, y lo que para él es tema central, visto lo visto, la moral de las personas. Siempre ha sido un ser utópico, ha tenido desde esta forma suya de ser a la esperanza como bandera, por eso sabe que el fracaso es inevitable, que sin él no habría razón de ser.Divaga.
- Ya ves- me dice-, lo bueno de haberse frustrado mi amor es que aprendo, mejoro, estoy más preparado para afrontar nuevos retos.
Esto lo dice ahora, después de desconsolarse a gusto estos meses.
Aún recuerdo con pesar aquellas miradas cargadas de súplica cuando los niños vecinos llamaban a la puerta para “sacarlo” a pasear con Micifuz, cómo volvía de esos paseos con una alegría inmensa y se abandonaba en su manta a cuadros como hacía en otro tiempo, en otras latitudes, después de mirar a la Collie que iba a la peluquería todas las semanas.Poco antes de la última mudanza, horas después de uno de estos paseos con Micifuz, tras meditar, me dijo lo siguiente:
- La alegría que me ha invadido estas semanas llegó a doler al sentirla injustificada, pues ella misma significa para ti pesar. No, deja que me explique.Ha sido un sentimiento inmenso que por momentos me desbordó, supongo que es lo que ocurre cuando no se está acostumbrado. Para ser feliz también es necesario reconocer qué es ser feliz. Soy un bobalicón por no darme cuenta antes de lo que tenía ante mí. Se me nubló la vista el día que conocí a Micifuz y hasta hoy estuve cegado por la dicha de verme a su lado, sin importarme lo demás.- No hace falta que justifiques tu felicidad, Tristram, es tuya.- No me justifico. Quiero que sepas, antes de continuar, que me voy contigo. No alcanzo ahora a comprender por qué llegué siquiera a dudar, pero dudé hasta hace unas horas, y como suele ocurrir, y no me duele reconocerlo, porque me he dado de bruces contra la verdad.
No volvimos a hablar de estas cosas, hasta que no me cuente qué le sucedió ese día yo no le preguntaré.Ha ido recuperando su aplomo poco a poco, el verano le ayudó y, según él dice cuando le pregunto por qué ha dejado de lado el pc, “dejar la cibernética es como viajar sin salir de casa“. No pienso pedirle que me lo explique.
Por cierto, otro día les cuento el motivo por el que está ahora enfadado conmigo.

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